Este jueves en la hora santa vivimos unos momentos muy especiales.
Nuestro párroco Juan nos invitó a meditar sobre como las mujeres se encontraron con Jesús en persona y como nosotros también podemos encontrarle verdaderamente.
Pasado el sábado, al alborear el primer día de la semana, fueron María la Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. Y de pronto tembló fuertemente la tierra, pues el Angel del Señor, bajando del cielo y acercándose, corrió la piedra y se sentó encima. Su aspecto era de relámpago y su vestido blanco como la nieve; los centinela temblaron de miedo y quedaron como muertos.
El Angel habló a las mujeres y les dijo: «Vosotras no temáis, ya sé que buscáis a Jesús, el crucificado. No está !aquí, ¡ha resucitado!, como lo había dicho. Venid a ver el sitio donde yacía e id aprisa a decir a sus discípulos: “Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea. Allí le veréis”. Mirad, os lo he anunciado.»
Ellas partieron a toda prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo, y corrieron a dar la noticia a sus discípulos.
De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «Alegraos». Ellas, se acercaron, le abrazaron los pies y se postraron ante Él. Jesús les dijo: «No temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.»”
Mateo 28, 1-10
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