PEREGRINACIÓN DE LOS JÓVENES DE JAVIER A LOYOLA

11 jóvenes de la parroquia han peregrinado con su párroco Juan, su vicario Tin, su diácono Mateo, y sus seminaristas Joselu y Nacho, quien hizo un servicio de coche escoba y de cocina, desde Javier (Navarra) hasta Loyola (Guipúzcoa) del 18 al 27 de julio.

En el castillo de Javier, donde nació y vivió San Francisco Javier, y bajo la alentadora sonrisa del Cristo que allí se encuentra, comenzó la peregrinación con la intención de tener grandes deseos de santidad.

La ruta pasó por Lumbier, Urroz, Pamplona, Lekumberri, Azkárate, Alegia, y Bidania. Tuvieron que atravesar montes, campos, bosques frondosos, caminos con cuestas, carreteras, bajo el sol y bajo la lluvia, sin rendirse nunca. Fueron acogidos por los pueblos y comunidades en frontones, albergues, parroquias, incluso en un convento. Allá donde iban se encontraban en su casa, la Iglesia.

Por las mañanas se rezaba laudes, caminaba cantando, conversando, rezando el rosario; y después de comer en el pueblo y ducharse, se formaban a través de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, tenían un tiempo de oración, celebraban la misa, y en un par de ocasiones, disfrutar de una divertida velada, terminando con el rezo de vísperas y completas.

Aprendieron las reglas de discernimiento y de elección de estado de vida,  los grados de humildad, y el principio y fundamento: “El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor, y mediante esto salvar su alma; y las otras cosas sobre la faz de la tierra son creadas para el hombre y para que le ayuden al fin para el que es creado”.

Desde Pamplona recorrieron el camino hasta Loyola que hicieron unos soldados franceses llevando en camilla al Íñigo de Loyola herido por una bala en las piernas durante la batalla, y más tarde en el corazón por Dios.

En el convento de clarisas de Lekumberri, comunidad que les acogió allí, pudieron aprender de las monjas y de su testimonio a vivir en fraternidad y a tratar con la Virgen. Las hermanas pidieron a los jóvenes que fuesen fieles a lo que Dios les pida; y les aconsejaron que para vivir bien en comunidad se pusiesen en los zapatos del otro, y que como la Virgen acogiesen a Dios para engendrarlo a los demás.

Como culmen de la peregrinación, tuvo lugar durante la misa la Consagración a la Virgen de David y Andrés, y la renovación de la Consagración de Irene, María, Carlos y Miguel.

De esta manera dieron su sí a la Virgen en la capilla en la que Ignacio de Loyola se entregó a Dios. Fue un acto importante para la Congregación Mariana de Santa María Madre de la Esperanza y San Juan de Ávila, que forma el grupo de jóvenes de la parroquia.

El trato en el grupo enriqueció a todos y les ayudó a crecer en su relación con Dios y con los demás, alcanzando grandes deseos de más, de no estancarse en la fe y de ayudarse unos a otros. La Eucaristía y la oración ayudaron a los peregrinos a fortalecerse y a darse cuenta de su importancia para peregrinar en este mundo. Pudieron ver la obra de Dios en la maravillosa naturaleza y sobre todo, en la vida de San Francisco Javier y de San Ignacio de Loyola.